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LOS DUELOS DEL MIGRANTE

POR EL LIC. LEANDRO A. ALFANO*

            Las personas que toman la decisión de migrar enfrentan, en todos los casos, algunos duelos comunes; y desde ya, otros que son individuales, o propios de cada acontecer.

            Migrar siempre significa oportunidad. Como la crisis. De hecho, migrar implica entrar en crisis. El desafío es convertir eso en un nuevo esquema de vida, lejos del lugar de origen, que reditúe psicoemocionalmente lo suficiente, de modo de asegurar el éxito en la decisión.

            En este artículo se describen aquellos duelos que, como denominadores comunes, enfrentan las familias migrantes. O al menos los más recurrentes.

LA LENGUA

El migrante no olvida su lengua, al menos, no de forma automática, pero sí pierde a aquellas personas con las que puede usarla. Se siente frustrado porque no consigue expresarse del todo con la gente del nuevo lugar al que ha tenido que ir, o que incluso todavía tiene que aprender muchas cosas del nuevo idioma para poder sentir que se desempeña en la nueva sociedad en la que vive ahora.

Esto a menudo conlleva a sentimientos de inseguridad y vergüenza, puesto que no sabe la persona cómo transmitir sus ideas y sus sentimientos totalmente. También puede pasar que, aún dominando la lengua, hay ciertos matices de ella que no comprende del todo, como son el sentido del humor o expresiones informales y sociales, algo que es exclusivo de cada idioma y es uno de los elementos que más choque cultural implican.

VÍNCULOS FAMILIARES Y AMISTOSOS

Desde luego, la mayor pérdida vivida por las personas migrantes es la de su familia y amigos. Saben que están vivos, saben que los podrán visitar, pero no tenerlos cerca implica un sufrimiento, a veces marcado. La persona migrante ha dejado atrás todos sus contactos, una red social y de apoyo que se ha ido construyendo a lo largo de muchos años. Aunque pueda llegar a un nuevo país y conocer a nuevas personas, es inevitable sentirse solo, puesto que esas nuevas personas no sustituyen a los amigos de toda la vida. En la actualidad, a partir de la consolidación de la vida virtual, gracias a los dispositivos multimedia, las redes sociales, y el adiestramiento a la distancia física, propinado de manera forzosa por la pandemia de Covid 19, el mundo ha descubierto nuevas lógicas de vinculación. Y por supuesto, que ello redunda en una revinculación con los afectos más apreciados.

ANCLAJES ÉTNICOS

La identidad de uno está muy relacionada con el grupo étnico en el que se ha criado. Dentro de nuestro grupo de referencia nos encontramos en una situación paradójica pero no negativa. Por un lado, somos iguales compartiendo lengua, creencias, raza u otros aspectos, mientras que por el otro se resaltan las características personales de cada uno como son la personalidad y el estatus.

Con la migración la sensación de ser diferentes se agranda y este equilibrio entre la similitud y la diferencia se rompe. En algún momento de la experiencia migratoria, la persona se da cuenta de que por muy integrado que esté en su nuevo país siempre será el extranjero, siempre será distinto, aunque no sufra xenofobia ni sea víctima de racismo.          Además, su grupo étnico de origen empezará a verlo como a alguien extranjerizado, alguien que tiene influencias de otras gentes, que no es “tan nuestro como lo era antes”.

LAS REFERENCIAS CULTURALES

Quien se marcha pierde los referentes culturales, formas de ser que son propias de su grupo étnico o región natal como lo son las normas sociales, el género musical, el sabor de los alimentos, la forma de pensar y las creencias; aspectos que, hasta el día en el que la persona abandonó su país, le acompañaron a lo largo de toda su vida.

EL ESTATUS SOCIAL

En la mayoría de los casos, el migrante empieza a realizar trabajos de menor cualificación en el país a donde ha ido a parar que los que hacía en su país de origen. Los motivos detrás de esto suelen ser variados, pero el principal es su estatus legal, con permiso de residencia limitado o sin papeles y el hecho de que muchas titulaciones extranjeras no son reconocidas en otros países, haciendo que legalmente no se reconozca poseer tal título o cualificación.

Si bien la persona migrante puede esperar a que se le reconozca esta titulación en el nuevo país, el proceso suele ser largo y durante ese tiempo se ve obligado a trabajar en lo que sea para poder sobrevivir. Por este motivo el migrante pierde el estatus, puesto que se tiene que “rebajar” y hacer cosas que jamás hubiera hecho en su país. Aun así, aunque no se dé esta circunstancia, el ser extranjero, la falta de dominio o el acento, suelen conllevar una pérdida de estatus por sí misma.

EL CONTEXTO GEOGRÁFICO

El duelo por la tierra es la pérdida por los paisajes y el clima. Puede que parezca poco importante, que son simplemente paisajes, sin embargo todo el mundo se ha criado viendo la silueta de su ciudad natal, la forma de las montañas en el horizonte, el mar, veranos cálidos o alguna característica paisajística y climática exclusiva de su país. El trasladarse a un lugar en donde esto no está puede causar una sensación de extrañeza y melancolía.

*Coordinador Gral. de la plataforma www.psicoterapeutasvirtuales.com

 

 

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